1- La epistemología de las ciencias sociales
Conocimiento y epistemología
Tanto
los filósofos como los científicos se han preocupado por conocer la estructura
del conocimiento producido y por apreciar su alcance. Es así como ha surgido una disciplina
denominada epistemología, cuyo fin consiste en caracterizar la actividad
científica y establecer cómo se la desarrolla correctamente. La epistemología en tanto disciplina
sistemática se integró al campo de la cultura hace aproximadamente unos
cincuenta años, aun cuando filósofos como Aristóteles, en el siglo IV a.C., o
como Kant, en el siglo XVIII de nuestra era, se ocuparon de la producción
científica como modo especial de conocimiento y reflexionaron sobre ella desde
el punto de vista lógico, filosófico y social. Hoy, "epistemología" es un nombre
técnico que se emplea de maneras diversas en diferentes ámbitos.
De
acuerdo con un primer sentido, que no desarrollaremos en profundidad,
"epistemología" remite a lo que en filosofía se denomina "teoría
del conocimiento", es decir, a una disciplina que se ocupa de aclarar qué
es y cómo podemos fundamentar lo que llamamos conocimiento, ya sea científico u
ordinario. En la vida cotidiana creemos
gran cantidad de cosas y nos parecen obvios muchos hechos, a pesar de lo
difícil que sería probar por qué lo hacemos. Pero para los filósofos, justificar algo tan
sencillo como por qué en un momento dado alguien cree estar delante de una mesa
implica ya una serie de complicaciones que nos obligarían, por ejemplo, a
indicar cómo a partir de los datos sensoriales puede asegurarse la existencia
de un determinado objeto perteneciente al mundo físico. Entre los autores anglosajones es costumbre
denominar "epistemología" a la teoría del conocimiento en general,
criterio que no adoptaremos aquí: no abordaremos en este texto el problema de
la fundamentación de todo el conocimiento humano, sin excepción, y en cambio
usaremos la palabra "epistemología" en un sentido más metodológico.
De
acuerdo con este segundo sentido, en la actualidad se piensa a la epistemología
como el estudio de las condiciones de producción y de validación del
conocimiento científico y, en especial, de las teorías científicas. Sin embargo, debemos distinguir claramente a
la epistemología de la metodología de la investigación científica, disciplina
en la que se intentan desarrollar estrategias y tácticas para hacer progresar
la producción de conocimiento científico, pero sin plantear de manera esencial
la cuestión de su legitimidad.
Podemos
afirmar, de acuerdo con una famosa caracterización del epistemólogo
estadounidense Ernest Nagel, que la ciencia es conocimiento sistemático y
controlado. Aun reconociendo que no toda
investigación o actividad científica desemboca en la producción de teorías,
circunscribiremos nuestra exposición al examen de las particularidades de tal
producción de teorías científicas, pues ello bastará para captar el sentido de
las controversias más características de la epistemología contemporánea. La estructura de las teorías, que es de carácter
lógico y lingüístico, no siempre refleja los procesos y conflictos inherentes a
la actividad científica. Mas, si las
acciones desarrolladas por los científicos conducen a resultados de
importancia, la necesidad de comunicarlos a la comunidad científica y a la
humanidad toda lleva a "cristalizarlos" en textos, memorias e
informes. La posibilidad de desarrollar
una labor crítica unida a tal necesidad de difundir y comunicar los
conocimientos hace indispensable que las regularidades que descubren los hombres
de ciencia se condensen en afirmaciones, enunciados e hipótesis, todos los
cuales constituyen sistemas y teorías.
Los
contextos de descubrimiento,
justificación y aplicación
justificación y aplicación
Las
cuestiones relativas a la producción, la validación y la utilización del
conocimiento científico presentan aspectos diferenciados, situación que ha
llevado a muchos pensadores a trazar una distinción entre los llamados
contextos de descubrimiento, justificación y aplicación de las teorías.
En
el contexto de descubrimiento se discute lo que concierne al carácter
histórico, práctico o psico-sociológico de la producción de conocimiento. Abarca, por lo tanto, todo lo atinente a la
manera en que los científicos arriban a sus conjeturas. Se debaten temas tales como en qué momento se
hizo un descubrimiento, cómo era la sociedad en que surgió, quién tuvo la
prioridad de las ideas, por qué y de qué modo se concibieron esas ideas y no
otras. Todas estas cuestiones son muy
interesantes y, en gran medida, forman parte del contenido de disciplinas como
la sociología del conocimiento o la historia de la ciencia. En particular, se analizan las condiciones
sociales en que tiende a surgir cierto tipo de conocimiento. Por ejemplo, hasta que la sociedad europea no
comenzó a industrializarse, a fines del siglo XVIII, no se plantearon siquiera
algunos problemas centrales de ingeniería y, por ende, a nadie se le hubiera
ocurrido tratar de resolverlos. Se
comprende que tienen que darse ciertas condiciones históricas, culturales y
sociales para que a los científicos se les presenten ciertos problemas e
intenten solucionarlos. Del mismo modo,
los aspectos psicológicos que atañen a la imaginación, creación e invención en
ciencia merecen ser estudiados sistemáticamente.
El
contexto de justificación comprende todas las cuestiones relativas a la
validación del conocimiento que se ha producido. En este caso, lo que realmente preocupa, y aun
angustia, es distinguir el buen conocimiento del que no lo es, dirimir cuándo
una creencia es correcta o incorrecta y evaluar qué criterios pueden admitirse
para elegir racionalmente entre teorías alternativas. Estos problemas son de tal relevancia que no
se nos permitirá apelar, para justificar la aceptación de teorías científicas,
ni a la autoridad de nuestros maestros, ni a la utilidad práctica, ni a la
intuición ni a las convenciones.
Finalmente,
el contexto de aplicación (o tecnológico) está integrado por lo que concierne a
las aplicaciones de la ciencia. Toda
acción racional presupone conocimientos, y éstos no pueden relacionarse tan sólo con hechos singulares o aislados,
sino que deben incluir correlaciones, ligaduras, pautas generales que gobiernan
la estructura de lo real. Intentar
modificar las cosas actuando de manera azarosa posiblemente acarreará resultados
catastróficos. Por ello, la actividad
clínica desarrollada por psicólogos y psiquiatras, la intervención social,
habitual entre los especialistas en trabajo social, y, en general, todas las
vertientes de aplicación de las distintas ciencias sociales, requieren teorías
científicas como arma indispensable para fundar su acción práctica y
desarrollar técnicas exitosas. Los
problemas especiales que surgen en tales situaciones pragmáticas de utilización
del conocimiento ya producido y validado, son enfocados en el contexto de
aplicación.
Muchos filósofos no están totalmente
convencidos de la legitimidad de la distinción entre los tres contextos, y,
sobre todo, desconfían en el caso de los dos primeros. Piensan que el proceso de descubrimiento
conlleva la justificación del conocimiento científico.
Lamentablemente esto no es así, y la historia
de la ciencia muestra una gigantesca colección de "descubrimientos"
invalidados a posteriori por un adecuado control basado en experiencias. El cúmulo de factores sociales, políticos,
psicológicos y culturales que pueden inducir a un científico a privilegiar
cierto modo de conceptuar, o a seguir preferentemente determinados caminos
teóricos, es muy diferente de la verificación o del sustento lógico o empírico
que puedan tener sus afirmaciones. La
distinción es importante, y vale la pena hacerla aun en el caso improbable de
que determinadas maneras de obtener conocimiento siempre produzcan verdades.
Aunque nos ocuparemos en cierto modo de todos
los contextos, nos concentraremos en el de justificación. Discutiremos problemas tales como la
posibilidad de fundamentar el conocimiento de lo social frente a la idea de que
nos movemos en un terreno de mera opinión, o la existencia o no de un método en
ciencias sociales que conduzca a conocimientos verdaderos o al menos
aceptables. Si ante estos problemas
nuestras conclusiones fueran pesimistas, las ciencias sociales podrían estar en
una posición semejante a la de muchas otras actividades intelectuales muy
importantes, como el arte, donde el método de conocimiento no es lo
fundamental. ¿Acaso producir ciencia
social se asemeja más a realizar una actividad creativa, emocional del tipo que
se practica en el arte o, por el contrario, presenta más analogías con las
demás ciencias naturales (física, química, biología)? Y si se asemeja a éstas, ¿cuáles son sus
características en tanto ciencias? ¿Es
posible hallar aspectos metodológicos comunes a toda ciencia?
Evidentemente, una respuesta negativa a esta
última pregunta implicaría que la epistemología de las ciencias sociales no
tiene por qué presentar paralelismos con lo que actualmente se discute, por
ejemplo, en la epistemología de la física o de la biología, campos en los que,
entre paréntesis, tampoco hallaremos aceptación unánime con respecto a un
método único. De cualquier manera, las
ciencias naturales reconocen que cosas tales como el método estadístico, el
método de contrastación de teorías, los métodos de medición y los métodos
modelísticos pueden admitirse como fuentes de generación y justificación de
conocimientos. La pregunta relevante a
nuestros fines es entonces la siguiente: quienes se dedican a las ciencias
humanas y sociales, ¿tienen que aprender esto también o poseen su propia
metodología? ¿No será valioso para los
científicos sociales lograr una combinación de ambas cosas, es decir, un método
científico en el sentido ortodoxo combinado con los métodos propios surgidos en
el seno de las humanidades?
Nos enfrentamos con temas interesantísimos,
sobre todo dada la heroica tarea de vivir en un país tan complicado como la
Argentina, donde el conocimiento sociológico, económico, político o
antropológico puede contribuir a comprender y explicar lo que ocurre y a
optimizar los recursos sociales, todo lo cual nos permitiría construir una
sociedad más equitativa y eficaz. Por
eso es tan importante preguntarse si realmente contamos o no, en tales ámbitos,
con un método que conduzca a conclusiones válidas. El interés práctico y el político coinciden en
este punto con el interés metodológico, y ello es de gran valor para muchos de
los cultores de las ciencias humanas o sociales, en quienes no prima la
curiosidad filosófica acerca de su disciplina sino la voluntad de desarrollar
con solvencia una tarea profesional al servicio de las instituciones, del
Estado o de los partidos políticos. Es
crucial, en esta situación, contar con cierto grado de confiabilidad en lo que
hacemos o en lo que otros proponen como alternativa a nuestra acción. Asimismo es importante considerar que el conocimiento
logrado no debe tan sólo reproducir el conocimiento del sentido común. Pero, ¿hay algo en las ciencias humanas y
sociales que permita alcanzar el conocimiento legal y sistemático al que han
llegado otras disciplinas?
La epistemología de las ciencias
sociales
Tanto
entre los que se dedican al estudio de lo humano y de lo social -a quienes de
ahora en más llamaremos "científicos sociales"-, como entre los
epistemólogos que se ocupan del conocimiento producido por aquéllos, pueden
reconocerse tres enfoques totalmente diferentes. Cada uno supone creencias contrapuestas acerca
de la naturaleza de las ciencias sociales y de su método.
El enfoque
naturalista
En
primer término mencionaremos el enfoque naturalista, dominante en la
actualidad, especialmente en el mundo anglosajón, si bien puede considerarse
heredero de la tradición social francesa expresada por pensadores como Augusto
Cómte (1798-1857) y Emile Durkheim (1858-1917). Lo que caracteriza a esta corriente es la
admiración ante los avances producidos en el seno de las ciencias naturales y
formales, y la creencia concomitante sobre el valor e importancia que la
emulación de tales logros podría conllevar para las ciencias humanas y
sociales. Adhieren a esta corriente los
sociólogos conductistas, los estadígrafos y todos aquellos para quienes los
métodos lógicos y los modelos cibernéticos, numéricos y matemáticos constituyen
una meta ansiada, que se asocia a una madurez de las disciplinas sociales y a
un acercamiento a estándares propiamente científicos.
Son
muchos los textos referidos al método de las ciencias sociales en los cuales se
encuentran trabajos sobre estadística, modelos matemáticos, análisis de la
conducta humana en términos de estímulo y respuesta, definiciones operacionales
de conceptos y modos complejos de procesamiento de los datos referidos a
comunidades y al hombre en sociedad. Todos
ellos se vinculan con el enfoque naturalista.
El
interés que manifiestan los naturalistas en la búsqueda de regularidades, de
patrones subyacentes, de conexiones causales en la ocurrencia de los hechos
sociales, conduce indefectiblemente a desarrollar estrategias de investigación
que pasan por alto las particularidades culturales y motivacionales -de gran
variabilidad- para encontrar en las dimensiones biológicas, ecológicas y
económicas, entre otras, una base posible de generalización y comparación
transcultural, es decir, atinente a diversas culturas.
El enfoque
interpretativo
El
segundo enfoque es el que suele llamarse interpretativo. En realidad aquí nos encontramos con un
conglomerado de posiciones y autores: los que se autodenominan
"comprensivistas", como el filósofo alemán Wilhelm Dilthey
(1833-1911); aquéllos que proponen una comprensión de la acción humana a través
de un análisis de motivaciones; y, finalmente, quienes atienden a lo que en la
filosofía británica del lenguaje ordinario se denomina "razones", en
oposición a la búsqueda de causas de los naturalistas. Cuando los interpretativistas hablan de
"razones" lo que quieren destacar son aquellas consideraciones de
pensamiento, emocionales o lógicas, que pueden llevar a una persona a querer
hacer algo. De este modo, puede suceder
que la acción de un hombre tendiente a conseguir comida de cierto tipo
encuentre una explicación causal en su metabolismo. En su obra Vacas,
cerdos, guerras y brujas (1974), el antropólogo estadounidense Marvin
Harris ofrece una argumentación naturalista semejante, cuando explica casos de
antropofagia ritual con referencia a dietas bajas en proteínas. Contrariamente, aludir -por ejemplo- a la
ambición que mueve a alguien a actuar de cierto modo, apunta más bien a proveer
lo que se llama una explicación por razones o motivaciones, y concierne a
regulaciones sociales convencionales unidas a estados psicológicos peculiares.
Para
el interpretativismo, captar la motivación es entender por qué los agentes
actúan como lo hacen (sea por temor, ambición o simpatía) y, en este sentido,
las analogías con la física o la biología son difíciles, pues no se puede decir
que alguien actuó "a causa" de la ambición. Aunque la motivación y las razones intervienen
aquí esencialmente, quizá lo más importante y característico de esta posición
es un tema que aparecerá en forma reiterada en nuestros análisis posteriores:
la significación.
Por
ahora no nos extenderemos más acerca de este punto. La idea principal es que la conducta humana
tiene carácter de signo, y, por tanto, no es simplemente un fenómeno biológico.
El hombre actúa y se comporta de una
cierta manera porque ha incorporado un código -el código de las relaciones
sociales- que establece jerarquías, dependencias, vínculos, todo un concepto
que excede el ámbito de lo biológico, y se aproxima, más bien, al de la
lingüística. Así como las palabras
tienen significado porque hay reglas gramaticales, los roles sociales lo tienen
porque hay una gramática social que depende de un grupo humano determinado:
Más
adelante veremos que los estudios transculturales alentados por la
investigación naturalista se enfrentan con el problema de la identidad parcial,
o al menos la semejanza, que debe reconocerse a fenómenos diversos para poder
categorizarlos del mismo modo. Tal
identidad parcial o tal semejanza es lo que permitirá considerarlos miembros de
clases abarcativas que figurarán ulteriormente en enunciados generales.
Un
naturalista que estudiara las relaciones entre padres e hijos sin captar las
distintas significaciones que los términos "padre" e "hijo"
adquieren en distintas sociedades y momentos históricos, se haría blanco fácil
de la acusación interpretativista de incurrir en simplificaciones que lo
conducirán a errores y distorsiones. En
efecto, la relación entre padres e hijos en la sociedad romana antigua no
guarda ninguna semejanza con la actual, en la que "padre" e
"hijo" tienen otro significado. Además, en este caso, el vínculo biológico
puede resultar irrelevante. Un padre, en
la Antigua Roma, era un hombre al que la sociedad atribuía una peculiar
responsabilidad social, un tipo de autoridad despótica, una serie de
obligaciones y derechos coherentes con un sistema de valores y jerarquías hoy
perimido. Puede afirmarse que la
sociedad contemporánea -incluso la propia sociedad romana antes de la Segunda
Guerra Mundial- ofrecería como objeto social, por su significado, una idea muy
distinta de lo que es un padre para el código social vigente. Si intentamos comprender las relaciones entre
padres e hijos, es fundamental que nos atengamos al significado que impone el
código, y ello implica un planteo y un diseño totalmente distintos de
investigación social.
Los
interpretativistas aducen -y volveremos nuevamente sobre esta cuestión- que el
científico social debe tener, frente a la sociedad, una actitud parecida a la
que el lingüista tiene frente a los lenguajes o el semiótico ante los signos y
sus propiedades: una actitud relativa a la captación del significado de la
acción. Ejemplos muy interesantes
muestran que si tal captación no se consigue, en realidad no se comprende lo
que ocurre. Así, pues, la posición
interpretativista apunta a captar y explicitar las motivaciones y razones que
están presentes detrás de la acción humana en distintas sociedades y momentos
históricos, además de las significaciones peculiares que revelan tales
acciones.
Tanto
el llamado "funcionalismo" como el llamado "estructural - funcionalismo",
en cierto sentido asociados a la escuela naturalista, entienden que la función
que cumple un actor social en una sociedad es una cuestión de códigos de
significación. Sin embargo, lo
importante en este caso es la red de relaciones sociales en la que se insertan
las acciones o la presencia del actor. Como
advertimos, ser interpretativista es muy distinto a ser naturalista, porque al
primero no le interesa la búsqueda de causas ni de relaciones funcionales sino
practicar algo más bien parecido al método de la lingüística, tendiente a
captar un código, a formular lo que metafóricamente se asemeja a una gramática:
la gramática de las relaciones sociales. Si los interpretativistas tuviesen razón,
evidentemente los métodos de las ciencias sociales diferirían de los de las
ciencias naturales ordinarias.
La escuela crítica
Hemos
dicho que existen tres posiciones metodológicas en las que se ubican los
científicos sociales, y, en consecuencia, los epistemólogos dedicados a las
ciencias sociales. Debemos considerar
ahora la tercera, que suele denominarse escuela crítica. No debe confundírsela
con el "criticismo" o escuela crítica de Karl Popper, que en la
epistemología de las ciencias naturales tradicionales se relaciona con los usos
del método hipotético deductivo, tema al que dedicaremos secciones especiales
de esta obra.
La
escuela crítica está vinculada, ante todo, a una serie de trabajos de la
escuela marxista francesa -nos referimos especialmente a la de Louis Althusser-
y a la llamada "escuela de Frankfurt". Los nombres más prominentes asociados a esta
última son los de Herbert Marcuse y Jürgen Habermas. Quizá la forma más arquetípica de exponer el
método crítico se halla en el libro Conocimiento
e interés, de Habermas. Aunque en
esta obra el autor hace también un uso entusiasta de métodos interpretativos,
no cabe duda de que su posición se presenta como alternativa al naturalismo.
En
la escuela crítica, las características distintivas conciernen al entendimiento
cíe por qué el científico produce determinada clase de ciencia y por qué, a su
vez, el epistemólogo propone análisis de cierto tipo. Los factores que aquí interesan son la
ideología, las fuerzas sociales, las presiones comunitarias o políticas, además
de las motivaciones, aunque no en un sentido psicológico sino ideológico, en
conexión con la defensa de intereses sociales y posiciones políticas
particulares. En este caso, la
preocupación fundamental es entender cómo se relaciona la investigación que se
está llevando a cabo con el estado político de la sociedad en ese momento y con
la estructura social dominante.
¿Son incompatibles estos
enfoques?
Ensayemos
ahora una ilustración sucinta de las diferencias que conlleva plantear una
investigación social desde la óptica de los tres enfoques que acabamos de
caracterizar. Tomemos como ejemplo el
caso de la Revolución Francesa. Nuestro
naturalista, interesado en cuestiones susceptibles de figurar en
generalizaciones acerca de lo social, podría enfocar quizá el tema del
comportamiento humano ante las hambrunas, que así categorizado denota una
situación recurrente y transcultural. Nuestro
interpretativista, por el contrario, apuntará a señalar acciones y creencias
específicas vinculadas con la Revolución Francesa e intentará comprenderlas en
el marco de los deseos, razones y metas de los agentes. En el estudio aparecerán motivaciones y
significaciones particulares de actos; se dirá, por ejemplo, que el
comportamiento disoluto y corrupto de la aristocracia francesa previo al
episodio despertó en la población sentimientos de desprecio, de injusticia y de
indignación. Estas apreciaciones,
puestas en conjunción con las reglas sociales y de significado vigentes en ese
preciso, momento histórico, permitirían comprender la acción de los
protagonistas de la revolución. Finalmente,
quien adhiera al enfoque crítico pretenderá analizar, por ejemplo, cómo surgió
y se expandió la ideología burguesa en Inglaterra y en Francia durante el siglo
XVIII y qué fuerzas desencadenaron la toma de conciencia de toda una clase
social en ascenso para culminar, precisamente, en la Revolución Francesa.
Como
se advierte, los tres enfoques resultan en primera instancia muy distintos. En esta obra destacaremos la importancia que
reviste el hecho de indagar si ellos son realmente incompatibles o pueden, de
algún modo, o bien complementarse o bien reducirse unos a otros. Tal como lo hacen muchos estudiosos de las
ciencias sociales y de la epistemología de las ciencias sociales, puede
entenderse que, desde el punto de vista metodológico, la posición crítica se
reduce a las otras dos escuelas; es decir que tales estudiosos emplean
alternativamente en sus análisis enfoques naturalistas o interpretativistas. Por su parte, tal como veremos posteriormente,
estos dos últimos enfoques pueden considerarse interdependientes y están, en
cierto sentido, más vinculados entre sí de lo que suele admitirse.
Si
en el transcurso de nuestra exposición logramos ser convincentes, podremos
finalmente compartir la idea de que las ciencias sociales son disciplinas sui
generis que, metodológicamente, combinan lo que se aplica a las ciencias
tradicionales con hallazgos peculiares. Entre
éstos, merecen destacarse los aportes de la lingüística y la semiótica, los
análisis antropológicos de las reglas convencionales vigentes en los grupos
humanos, los análisis motivacionales que aportaron en este siglo la psicología
y el psicoanálisis, y algunos tópicos particulares como el análisis funcional
desarrollado en el seno de la sociología y la antropología.
Gran
parte de este libro estará dedicado a examinar la posibilidad de aplicar a las
ciencias sociales los métodos científicos corrientes que prevalecen en las
ciencias naturales. En general, la
respuesta será afirmativa, por lo que el análisis implicará, como condición
necesaria, la familiaridad con esos métodos, incluso para señalar sus límites. En aquellos puntos donde surjan problemas, nos
detendremos precisamente en la consideración de tales límites, tratando de
poner en evidencia las objeciones fundamentales y las posibles respuestas que
no impliquen renegar enteramente de la tradición científica heredada. Al profundizar el análisis, advertiremos que
algunos de los puntos de vista y de los problemas planteados por las escuelas
interpretativista y crítica son muy importantes e ineludibles, y que su
asimilación a la investigación social contemporánea redunda en una producción
más sutil y próxima a estándares de cientificidad elevados.
Gregorio Klimovsky / Cecilia Hidalgo
La inexplicable sociedad
Cuestiones de epistemología
de las ciencias sociales
Ilustraciones de Sergio Kern
a-Z Editora
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